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La venganza de los nerds o cuando los Housemartins pusieron de moda ser inteligente

Hace 40 años nacía esta banda de indie rock, de la que emergió Norman Cook, luego Fatboy Slim. Lo que nos dejaron.

Si te lo perdiste fue por heavy metal, pero si eras un tipo de bien en los ’80 escuchabas a Housemartins, que encima empezaron su carrera en el ’83, mismo año en que nosotros arrancábamos la carrera de la democracia.

Tiempos en que salías a la calle y la gente, como cantaba Palito Ortega, parecía más buena…

“Take Jesus, take Marx, take hope”, decían los Housemartins. Hace puntuales 40 años se ponía de moda ser inteligente. Y esto ocurría gracias a una banda del condado histórico de Yorkshire, en Inglaterra.

Nunca antes en la música hubo un momento mejor para lo feo, lo raro y lo excluido. Nunca antes ser distinto fue tan cool. Desde entonces fue creciendo una estética de cine, música, literatura fantástica y ciencia ficción que abrazó el concepto friki hasta trasformarlo en una venerada tradición.

A Norman Cook, originalmente llamado Quentin Cook, se le pidió que cambiara su nombre para unirse a los Housemartins, en 1985.
A Norman Cook, originalmente llamado Quentin Cook, se le pidió que cambiara su nombre para unirse a los Housemartins, en 1985.

Nunca antes en la música hubo un momento mejor para lo feo, lo raro y lo excluido. Nunca antes ser distinto fue tan cool. Desde entonces fue creciendo una estética de cine, música, literatura fantástica y ciencia ficción que abrazó el concepto friki hasta trasformarlo en una venerada tradición.

Todavía faltaba un campo para Harry Potter y más para los anteojos intelectuales de Tinelli. Cuando los Housemartins, de carrera efímera, lanzaron sus primeros dos álbumes de estudio (London 0 Hull 4 y The People Who Grinned Themselves to Death) vendieron tanto que sólo estaban en las listas del Reino Unido por debajo de Madonna y de Wham!

Escasa reivindicación

Hablamos de una autoridad en el mundo de la performance nerd. Del elegante comienzo que tuvo el freak power. Su primer LP vendió más de medio millón de copias en pocas días y sin embargo ni Bobby Flores puede explicar por qué Housemartins es una de las bandas menos reivindicadas de la década del ’80.

Algo así como cinco años duraron. Dejaron de existir en 1988 y desde entonces los de la Aspen 102.3 los aman incondicionalmente.

Vayan estas líneas de homenaje frente a la injusticia y el olvido que sufrió una banda que podía hacerte bailar y llorar en una misma canción. Cierto periodismo británico considera que su paso por la música “merecería ser tan indeleble como el de Joy Division, Smiths, Nirvana o Sex Pistols“.

Norman Cook, que tuvo más éxito como solista, renombrándose Fatboy Slim.
Norman Cook, que tuvo más éxito como solista, renombrándose Fatboy Slim.

Hay una remera vintage: Con los Housemartins siempre es buen día.

Sus baladas son bellísimas, con BuildFlag Day Think for a minute a la cabeza, todos temas que llegaron al #Nº1 en Inglaterra, donde los Martins mostraron insospechadas convicciones por tratarse de pop: denuncias irónicas al gobierno conservador, crecimiento desmesurado de las grandes urbes, distorsión de la naturaleza, etc.

Paul Heaton, compositor y cantante, formó la banda junto a Stan Cullimore (guitarrista), Ted Key (bajista) y Chris Lang (baterista). El origen fue la ciudad portuaria y obrera de Hull, al este de Manchester. Luego llegaría Norman Cook para hacerse cargo del bajo y también hubo otros cambios en la formación.

Huidizos, novatos y con cara de seminaristas, eran el antirock en una década donde había que ponerse los pelitos raros a lo Robert Smith en The Cure. Así eran los Housemartins, enfundados en oportunos cardigans color caca.

De esos ingleses no alienados salió, como correspondía, una oveja aún más negra: Norman Cook no tardaría en ser conocido como Fatboy Slim. El DJ hizo lo que tenía que hacer y desapareció de la faz de la popularidad al mejor estilo Housemartins.

Housemartins fue un grupo no logo estilo Travis, que editó The Invisible Band y acto seguido terminó eclipsado a manos de Chris Martin y su megalómano proyecto solista conocido como Coldplay.

Paul Heaton, después de la separación, armó The Beautiful South, que anda por los 20 años de carrera y lo pone a este Paul, según la crítica beoda o especializada, a la altura de otro Paul, de Paul McCartney.

En una búsqueda de YouTube es probable que Housemartins te lleva random a los Smiths. O viceversa. Es que los Housemartins son unos Smiths para pobres, como dijo alguna vez un disquero amigo. O son los Smiths, pero contentos. O los Smiths, pero con menos lluvia (y sin tanto ego).

Andrés Calamaro definiría bien a la banda preferida de Ned Flanders: los Housemartins eran cristianos marxistas a los que no les gustaba que los trataran como profetas.

Rebeldes a su modo, el grupo se hizo con el premio a “mejor banda revelación” de los Brit Awards y los Martins, que le daban la espalda a la industria musical, faltaron a la ceremonia, mandando unos dobles para que recogieran el premio.

Si los punks pusieron de moda los alfileres de gancho y la hojas de afeitar, Housemartins impuso la inteligencia. Quisimos tener anteojos por los Housemartins, pero su fama duró tan poco que cuando los necesitamos de verdad, ya se usaban lentes de contacto.

Cuando se separaron, en la víspera del último y recopilatorio álbum Now That’s What I Call Quite Good (Go Discs!, 1988), ése de tapa celeste y horrible, los muchachos ensayaron un comunicado con la pluma cítrica de Heaton, el Morrissey de los Martins: “En tiempos de Rick Astley y los Pet Shop Boys, nosotros simplemente no somos lo suficientemente buenos.”