Es un espectáculo visual sin precedentes, dirigido por la cineasta salteña. Clarín lo vio en Los Angeles.
Lo estrenó en 2019 en Nueva York, pero la aparición del Covid 19 le impidió traerlo a la costa oeste hasta esta semana de los Estados Unidos. “Teatro digital” llama Björk a su recital más ambicioso, Cornucopia, basado en las canciones de su último álbum, Utopía.
El disfrute del concierto pasa por ver una película que se está gestando en vivo. La directora del espectáculo, la argentina Lucrecia Martel, innovó reemplazando las clásicas pantallas por una cortina que en sus movimientos imprime fluidez. Difícil su misión de traducir en imágenes el mundo interno de una de las artistas más creativas del mundo.
“Colaborar en un show de Björk es un pasaporte al siglo XXII”, había resumido Martel después de que la cantante anunciara su participación, dándole la bienvenida en grande, contando cuánto admira el trabajo de la salteña y lo fantástico de que se haya unido a su equipo “para completar este utópico mundo nuestro”.
Aunque tuvo que suspender el tour por tanto tiempo, Björk dice que disfrutó haber podido aprovechar la pausa que le impusieron las restricciones para seguir trabajando en un nuevo álbum, feliz de poder quedarse en su casa tanto tiempo, algo que no hacía desde los 16, hace 40 años. Sobre ese próximo álbum de estudio, el décimo de su carrera, ya adelantó en su país que se lo va a dedicar a la gente que durante la pandemia convirtió sus livings en discotecas. Y que, por ende, tendrá muchos momentos bailables.
Prueba de vacunación
En el Shrine Auditorium, un teatro histórico de Los Angeles donde antes se alternaba la entrega del Oscar, las 6.000 personas tenían que mostrar prueba de vacunación completa para pasar los controles y luego presenciar el concierto (¿el musical?) con el cubrebocas puesto. Björk entiende que es un riesgo que corren libremente los que van y también ella, pero cree que la experiencia vale la pena. “Todos necesitamos conciertos, la gente no puede vivir sin música”, le explicó al diario San Francisco Chronicle.
Como pasa en cada uno de sus shows, muchos fans llegaron vestidos como ella. Hubo algunos de la primera hora que aparecieron con un traje de cisne blanco, como el que la cantante usó en el año 2001, ahí mismo, cuando perdió contra Bob Dylan la competencia por el Oscar a la mejor canción del año. Su audacia la puso en la lista de las peores vestidas, pero el tiempo convirtió ese momento en icónico, tanto que en 2019 le hicieron a ese vestido un tributo en el Museo más asociado a la moda avant garde, el Met.
La pandemia la obligó a hacer algunos cambios, ya no abre el show un coro de 50 personas traídas desde su país, sino los 19 miembros de un premiado ensamble local, Tonality. Con un tono espiritual, parece un coro griego alertando que el futuro está en nuestras manos. El llamado a proteger el planeta acechado por el cambio climático es una constante en Cornucopia.
También parece el otro tema que explora en su último disco: abrirse de nuevo al amor. El álbum en que se basa el show fue una respuesta al anterior, Vulnicura, que reflejó un período de oscuridad y dolor que siguió a su separación. En Utopía, Björk se atreve a pensar de nuevo en términos románticos, su “Tinder álbum” lo llamó. Para cantar la balada Blissing Me compartió el escenario con su único invitado, el artista neo-soul Serpentwithfeet. Convertido en uno de los grandes momentos del show, ahí la islandesa se pregunta con mucha ingenuidad y dulzura si no se estará enamorando del amor.
Un grupo de siete flautistas de Islandia llamado Viibra, todas mujeres, entra después del coro y la acompaña a lo largo de las casi dos horas, junto a una arpista y un percusionista. Björk piensa que el show representa el trabajo de mujeres apoyándose mutuamente.
Conoce al grupo desde hace años, solía reunirse con ellas a practicar flauta todos los viernes. El instrumento tiene un origen divino en la mitología griega, lo que lo hace perfecto para este espectáculo. En otros momentos elige meterse en una cámara de eco, que parece un útero, donde se la escucha cantar a capella un tema viejo, Show Me Forgiveness.
Los colores, el movimiento de las cortinas, de a poco todo va fascinando los sentidos. Es una mezcla de instrumentación en vivo, tecnología digital e imágenes hipnóticas provistas por un equipo multimedia. “Tengo memoria de por lo menos diez Los Angeles distintos, cada cinco años la escena local cambia”, dijo. Tras despedirse de la ciudad el martes y llevar el mismo espectáculo a San Francisco, Björk cruzará el país para cerrar la gira en Miami, acompañada de una orquesta, los días 13 y 16 de febrero.
Su vestuario en Cornucopia es, como siempre, difícil de describir. Hombreras y caderas gigantescas, faldas de bolas blancas, elaboradas máscaras que algunas mujeres trataban de replicar en la sala. La diseñadora Iris Van Herpen está a cargo del espectacular “vestido esfera” con el que cierra el show. Hojas de organza transparente con brillos, armadas sobre una estructura metálica que parece darle alas. Es como un aura luminosa que la rodea y explica perfectamente por qué ella dice que el show es, de algún modo, un cuento de hadas. Una historia mitológica, el abrazo futurista entre la naturaleza y la tecnología.
Canta muchas canciones de Utopía, pero también repasa algunos hits de los ‘90. Venus as a Boy es uno de los temas más populares del disco Debut, con el que en 1993 se lanzó como solista después de su experiencia con el grupo islandés The Sugarcubes. Isobel, uno de los cortes de difusión de Post, el disco que la estableció en la vanguardia del mundo pop alternativo, levanta a sus fans. En esos temas que reconocen al instante es cuando la gente más se enciende.
Sobre el final, se verá en un tremendo primer plano de tamaño gigantesco a la activista sueca Greta Thunberg, recordando que la mayoría está sufriendo por la codicia de unos pocos, y que ya no queda mucho tiempo, que las excusas sobran. “Dicen que aman a sus hijos por sobre todas las cosas, pero les están robando el futuro frente a sus ojos”, se enoja la adolescente. Su hija Isadora, ha dicho Björk, es activista anticalentamiento global y protesta como Greta todos los viernes. Entre el público se escuchan gritos, el mensaje llega.
Future Forever, de Utopía, es el primer bis. Ahí invita a imaginar un mañana posible, a dejar de lado el pasado. Y pronto da lugar a los especiales pasitos de baile con que acompaña el gran cierre con Notget, una canción de su etapa “oscura” que tiene lugar en este espectacular show de tono optimista. Para entonces nadie quiere que termine.