La banda tocó en St. Louis y recordó a su baterista muerto con proyecciones de fotografías.
Charlie Watts descansa en paz. El funeral musical se ofició este domingo 26 en el Dome de San Luis (EE.UU). Aquí arrancó la continuación de la gira de los Rolling Stones “No filter”. Ha sido el primer concierto sin el baterista de toda la vida, cerca de sesenta años dándole a los palillos en la banda de sus satánicas majestades, aunque ahora, con el paso de las décadas, son más bien virtuosas majestades.
Las arrugas, sobre todo en Keith Richards, que parece un pergamino, engañan. Perdura la energía.
Si algo ha quedado claro es que los Rolling Stones, o simplemente Stones como les llaman sus adoradores más íntimos, siguen siendo los Rolling Stones y suenan tal como eran o incluso mejor. Muerto Watts, viva Steve Jordan, el sustituto, al que Mick Jagger, en la presentación de la banda, le dio la bienvenida “a la familia”.
Las imágenes de Charlie Watts, en el show de los Stones en St. Louis. Foto Jeff Curry/Getty Images/AFP
Emoción en primer plano
“Será un concierto emocional y luego será como siempre”, pronóstico Darrell Greco, que viajó desde San Antonio para asistir a su vigésima actuación de los Stones. “Quería estar aquí porque es el regreso tras la cancelación que hicieron por la pandemia y por rendir tributo a Charlie Watts”, comentó.
Esta gira se programó para 2020. Ah, sí, el pronóstico: “Al principio se le recordará y luego todo será como siempre”. Mucha fuerza y música de altísimo nivel.
Así sucedió. En un escenario, de apariencia escueta, y engañosa, el gran mural de pantalla, de lado a lado, partido en cuatro, proyectó con sonido de batería toda una biografía en imágenes del desaparecido. No había nadie más, solo él. Joven con pelo largo y mayor con escasa cabellera y gris; vestido a lo moderno o mucho más ceñido a los cánones de la elegancia.
El público se volcó. Ovación desde todos los rincones.
Mick Jagger, en acción a los 78 años. Recordó al difunto Charlie Watts. Foto Kamil Krzaczynski / AFP
Y empezó el show, sin palabras de por medio. De entrada, Street fighting man, a la que le siguió uno de los himnos, ‘It’s only rock ‘n’ roll (but I like it). Fue al final de este tema que Mick Jagger, el incombustible, cogió el micro para dirigirse a la concurrencia y despedir a su amigo, que falleció el pasado agosto a los 80 años de edad.
“Este es nuestro primer concierto que hacemos sin él”, dijo Jagger. “Echaremos mucho de menos a Charlie, dentro y fuera del escenario”, insistió.
También agradeció a los asistentes su cariñosa acogida a la exhibición de fotografías. “Nos ha emocionado vuestra reacción”.
Tres stones abrazados
Los tres históricos, porque Ronnie Wood, en el equipo desde 1975, se ha ganado de sobras ese calificativo, se abrazaron y dedicaron a Watts Tumbling dice. “Suena igual, pero no es lo mismo”, consideró Jim Raley, de Mariland. Entre los miles y miles de asistentes había gente llegada desde puntos de todo Estados Unidos, de costa a costa, y de otros países.
A Raley le admiraba Charlie Watts. “Era un caballero”, recalcó. Si bien la gran masa no sabe de él, Steve Jordan ya es muy conocido entre los fans de piedra picada, los que llevan detrás de los Stones largo tiempo. Y Jordan conoce la banda, no sólo porque hizo grabaciones y pruebas de estudio, sino porque ha sido durante muchos años el batería de la banda de Richard.
“Nos falta Charlie, pero creo que su sustituto es muy buen baterista”, señaló Tom Lenihan, geólogo y músico. Ha visto varios conciertos de los Stones, al menos media docena, y concluye que “éste ha sido el mejor, diría que suenan aún con más calidad, más contundencia”, indicó. “Ha llegado sangre fresca”, agregó.
Antes del inicio del espectáculo, que se prolongó más de dos horas, con 19 canciones, había una sensación de duelo entre muchos de esos que se ponen en la carretera en cada gira de la banda en activo más legendaria. Como un velatorio, en el que se llora y se celebra al difunto.
A su lado estaban, además, los debutantes, los que veían por primera vez a los Stones. En cuanto sonaron los acordes inaugurales, todos se unieron en el disfrute, sin distinciones. El sonido era poderoso, el escenario, con el juego de luces y la pantalla propiciaron un efecto visual apabullante.
Los nuevos integrantes se aplicaban y los de siempre daban la impresión de que en lugar de envejecer, se revitalizan. El despliegue físico de Jagger, a sus 78 años, no deja de causar asombro.
En el show de los Stones se proyectaron imágenes de Charlie Watts. Foto Kamil Krzaczynski / AFP
El repertorio mezcló clásicos y títulos nuevos en la gira como Living in a ghost town, fruto del confinamiento; 19th nervous breakdown; o Little T&A, en la voz de Richards.
El gran momento
El momento cumbre se produjo con Midnight Rambler, una versión estratosférica, mezcla de guitarra rock y blues para estremecer. Jagger se congració con la ciudad al sacar una camiseta de los Orioles, el equipo de beisbol local o recordar que el primer concierto en San Luis, a la ribera del Mississippi, lo realizaron en 1966, “si queda alguno de los que asistió debe usar muletas”, bromeó.
Tras cerrar con Jumpin’ Jack Flash, en el alargue regalaron otros dos himnos: Sympathy for the devil y (I can’t get no) satisfaction.
Acabaron como empezaron, los tres abrazados solos en el estrado y una doble foto de fondo de Charlie Watts, ya adulto, con el pelo blanco, elegantemente trajeado y una sonrisa. Como si les dijera, “muy bien amigos, les salió redondo”. Ya puede darse un respiro en la eternidad.
Y los Stones siguieron tocando. Ajora con Steve Jordan en batería, a quien le dieron la bienvenida a “la familia”. Foto Kamil Krzaczynski / AFP